Sobre cartas y conejos: un análisis de «Carta a una señorita en París»

«Carta a una señorita en París” corresponde al libro Bestiario, del excéntrico argentino Julio Cortázar. Quien, correspondiente a su estilo, logra crear una atmósfera lo suficiente surrealista como para llenar al lector de símbolos y significados bastante variados, que le dan diversas formas de interpretación al cuento. Hablaré de la forma en la que he interpretado la estructura y contenido del cuento hasta llegar a un análisis.

“Carta a una señorita en París”, es eso y a la vez más. El cuento habla desde la voz del narrador, quien es el personaje principal de la historia y el que escribe la carta. Dicha carta tiene como destinatario a una chica, Andreé que viaja a París. Durante la carta se desenvuelve la historia. El remitente habla sobre la mudanza que lleva a cabo en casa de Andreé, en la calle Suipacha en Buenos Aires. La carta tiene un ambiente normal y tranquilo, hasta que comienza a exponer un problema: él vomita conejitos blancos. En la carta explica que eso ya le había sucedido antes, pero que le preocupaba no estar en un lugar en el que pudiera ocuparse del conejito, donde no tenía un trébol en el balcón para guardarlo.

El texto es redactado en forma de carta, narrado con un carácter íntimo e informal. Por lo mismo, el narrador o remitente de la carta es el personaje principal, aunque se desconozca mucho de él como personaje. En la carta no se describe a las personas, sino las acciones. En el cuento existen otros personajes: Andreé, a quien se le dirige la carta y que se conoce desde el inicio del cuento, y Sara, la mucama de la casa de Andreé. Sabemos aspectos limitados de Andreé, pero se puede destacar la estrecha relación que había entre ella y el remitente de la carta por dos cuestiones: la primera, le ha dejado vivir en su casa, y segunda, la forma en la que él le escribe la carta. Además de ella, Sara también tiene presencia lejana en el cuento. Es la mucama de la casa, pero es también una persona prudente, honrada, organizada, media desconfiada y metódica.

Los conejitos pueden ser símbolos de mil y un cosas, pero antes de ser símbolos representan una desesperación que crece durante el relato. Él comienza a decirnos que no se siente completamente cómodo con mudarse a la casa de Andreé debido a que está constantemente ocupado en el trabajo y otras cuestiones, por lo que el hacer maletas y subir y bajar cosas rompe la cotidianeidad del personaje. El autor comienza a determinar la actitud y personalidad del personaje, la cual es mejor entendida al final del cuento. Por dicha forma descriptiva del cuento, se podría decir que resulta ser más que una carta, una confesión o un cuento que corresponde no a un personaje que escribe la carta sino al propio autor.

Él resulta ser una persona rutinaria, que no esperaba la llegada de un conejo en el momento en el que estaba en el ascensor. Este primer conejo llega inesperadamente, aunque él vomita conejitos mensualmente. Hay una preocupación por lo que hará con el conejito ya que él no está en su casa. La preocupación crece cuando de manera imprevista vomita otros nueve más. Una vez que son diez comienza a haber un conflicto. Los conejos cambian el sentido del tiempo, del día: duermen de día y viven de noche, lo cual conlleva al personaje a cambiar su rutina. Comienza a existir otro orden, otro horario y otro sistema, que sólo puede ser controlado por conejitos blancos y no por él, lo que resulta ser una preocupación y luego desesperación. Los conejitos pueden significar, entonces, la oposición a su ritmo, a su rutina. Estos animalitos blancos pueden jugar y tocar todo lo que se les plazca, porque se les permite. Sin embargo, él no puede realizar dichas acciones y no es porque sea imposible sino porque el mismo se lo prohíbe. Él no puede jugar como los conejitos, ni dormir de día y trabajar de noche. No puede cambiar el orden porque no logra, aún, cambiarse a sí mismo. Entonces, podemos decir que estos conllevan a ser representados como la imposición personal de quien los vomita, de una persona que se prohíbe el cambio.

Con la llegada del décimo primer conejo y el considerable tamaño de los otros diez, él entra en una problemática mucho más profunda. La desesperación lo envuelve y entra en un caos personal que luego termina de forma inesperada. Termina por deshacerse de los conejitos blancos, y al final él culmina destruyéndose a sí mismo. Mueren, todos por igual. No precisamente de forma física sino simbólica. Gracias a este acto se puede entender que toda la carta toma un sentido muy distinto, que el de sólo saludar y notificar al destinatario. La carta comienza a ser mucho más personal, ya no es una carta que es escrita para ella sino para sí mismo. El caos final y la forma abrupta de culminar el problema con once conejitos blancos, nos lleva a una conclusión que se puede asimilar en una siguiente lectura del cuento. La carta es del autor para el autor, del personaje para el personaje; de la muerte de los conejitos y de su propia muerte. La carta es la forma en la que él registra su muerte, la manera en la que se prohíbe ser suficientemente libre para jugar por las noches y dormir durante el día y la imposición que logra crearse para sí mismo. El cuento es la carta en la que expresa el obstáculo más grande del personaje: él mismo.


Por Yomara Naomi Cruz Morales 


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